II. Instrucciones para una noche de placer




II. INSTRUCCIONES PARA UNA NOCHE DE PLACER

Un sobre granate se apoyaba en la puerta de la habitación 609. Supuso que sería para ella y lo cogió, mirando a ambos lados del pasillo y rogando porque no apareciese nadie justo en ese momento. Afortunadamente, estaba desierto.
Rasgó el sobre y sacó un folio en blanco, escrito a bolígrafo con una caligrafía angulosa y elegante.

«Instrucciones para una noche de placer»

El pulso se le aceleró hasta límites insospechados. ¿Pero de qué estaba hablando ese loco? Se sintió tentada de salir corriendo, pero la curiosidad pudo más que su miedo y continuó leyendo.

«1.- Cierra los ojos unos minutos y relájate.»

Como era su costumbre, desoyó la orden y abrió los ojos aún más. ¡Qué se relajara! Si estaba a punto de darle un infarto.
Sí, bueno, a lo mejor era por eso…
Volvió a mirar a su alrededor. Todavía nadie. ¿Cuánto tardaría en aparecer algún huésped y descubrirla ahí parada como una idiota? Decidió seguir leyendo antes de largarse de allí a todo correr.

«2.- Esta vez, obedece la orden. Cierra los ojos, acalla tu mente y relájate.»

Sonrió muy a su pesar. ¡Maldición! ¿Cómo podía saberlo? Casi parecía que estuviera escribiendo la carta mientras observaba sus reacciones por alguna cámara oculta.
«No pienses en cámaras ocultas» se dijo.
Respiró hondo un par de veces antes de seguir las instrucciones de la carta. Había venido buscando… algo… Y fuera lo que fuese, lo encontraría. Cerró los ojos y acorraló los enloquecidos pensamientos en un rincón de su conciencia… que permanecería cerrada con llave hasta que saliera del hotel. Necesitó más de unos minutos para calmarse.

«3.- Desabrocha un botón de tu blusa.»

Un pobre consuelo para el hombre, la llevaba abotonada hasta arriba. Esa fue una orden que no le costó obedecer.

«4.- Quítate las medias»

¿Aquí en medio?
Sí.
La voz sonó en su cabeza, como si él hubiera estado dentro de ella. Se quitó los zapatos después las medias, con rapidez, guardándolas en el bolso en cuestión de segundos.
Ya había pasado toda etapa de resistencia. Sentía mucha curiosidad por el hombre que se atrevía a darle órdenes a través de una hoja de papel, convencido de que las seguiría una a una, tarde o temprano.

«5.- Piénsalo una última vez. Si entras, no saldrás hasta que yo lo permita.»

Una oleada de deseo, la recorrió de la cabeza a los pies. ¿Qué pensaba hacer para impedírselo? ¿Atarla? El miedo, mezclado con la excitación provocó un espasmo de placer en su vientre, subiendo hasta los endurecidos pezones. Una resbaladiza y cálida humedad se estableció entre sus piernas.
Deseo… ¿Cuánto tiempo hacía que no lo sentía?
Sí, definitivamente, ese hombre tenía algo que ella necesitaba.

«6.- Abre la puerta.»

Lo hizo.

«7.- Pon el aviso de que no molesten.»

Las órdenes ahora se sucedían con rapidez.

«8.- Cierra la puerta y echa el cerrojo.»

La habitación quedó cerrada con un suave click.

«9.- Entra sin miedo.»

Eso ya era mucho pedir. Respiró profundamente, deseando que todo empezara y terminara de una vez. Se volvió, no muy segura de lo que iba a encontrar.
La habitación era lujosa, con una gran cama con columnas, que podían taparse con un dosel de seda que ahora estaba recogido. El edredón de brocado lucía en tonos granates, como el tapizado de la silla junto al escritorio. Dejó allí la carta, después de leer la última orden. Simple, sencilla, y a la vez la más difícil.

«10.- Di: Hola.»

¿Tendría valor?
—¿Hola?

3 comentarios:

Iris Martinaya dijo...

Me encanta, simplemente.

Besos

Maria dijo...

No puede ser mas sensual...es increible!!!!!

Sammet dijo...

Coincido con María, desborda sensualidad este capítulo.

Me has arrancado una sonrisa a mí también.

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