Todo en mi trabajo es verde. El logo, la web, el papel en el que vienen envueltos los folios para la impresora… Incluso las personas. Sobre todo las personas. Trabajo en un lugar que se llama a sí mismo idealista y se envuelve en velos de un hermoso verdor. Para mí ese color cambia a diario.
Al principio significaba ese idealista que está plasmado en sus paredes y en su nombre. Joven, esperanzada e ilusa como soy, realmente yo lo veía de un verde tan fresco como el del césped cubierto de rocío en las mañanas de verano. En cuestión de semanas el matiz ha ido cambiando día a día.
Hoy lo siento, y cada vez más, como el color de la represión, el cinismo y la envidia. Ahora se asemeja más al tono oscuro de las hojas que se marchitan, afectadas por un mal que acaba con su frescura desde dentro.
Es posible que yo me haya visto contagiada. Después de las experiencias, vividas me he dado cuenta de que debo de ser más rara que un perro verde. Sólo me queda el consuelo de que, en ningún caso, será el mismo tono de verde que a ellos les afecta.
Al principio significaba ese idealista que está plasmado en sus paredes y en su nombre. Joven, esperanzada e ilusa como soy, realmente yo lo veía de un verde tan fresco como el del césped cubierto de rocío en las mañanas de verano. En cuestión de semanas el matiz ha ido cambiando día a día.
Hoy lo siento, y cada vez más, como el color de la represión, el cinismo y la envidia. Ahora se asemeja más al tono oscuro de las hojas que se marchitan, afectadas por un mal que acaba con su frescura desde dentro.
Es posible que yo me haya visto contagiada. Después de las experiencias, vividas me he dado cuenta de que debo de ser más rara que un perro verde. Sólo me queda el consuelo de que, en ningún caso, será el mismo tono de verde que a ellos les afecta.
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