Tomaba su baño en la amplia piscina revestida en lapislázuli, rodeada
de doncellas de piel blanca que tocaban su pelo con reverencia. El agua apenas
estaba cubierta ya de espuma, espuma de la que ella había nacido y a la que su
nombre hacía reverencia. Reía con deleite cuando salpicaba gotas esponjosas a
los cuerpos de sus acompañantes, pero no consentía que ninguna de ellas
manchara su nívea dermis. Tenía lo mismo de caprichosa que de bella… y su
hermosura no era comparable a la de ningún otro ser vivo.
Con una palmada, el juego terminó y las muchachas se apresuraron a
salir del agua para buscar la seda blanca que secaría sus pieles de alabastro.
No tardaron en preparar otra irisada que cubriría el cuerpo de su señora.
Ares observaba la escena desde la puerta abierta, sonriente, sus ojos
perdiéndose en los muslos tiernos que corrían para satisfacer a su amante por
no mirar aquellos que lo dejarían fuera de combate a la primera provocación.
Pero ella sabía que estaba allí. La seductora sonrisa que curvaba sus rosados
labios gruesos era la misma que reservaba para sus encuentros privados. Era la
misma que guardaba sólo para él.
La vio sacudir la cabeza al compás de una risa cristalina que le llegó
a lo más profundo del alma y se instaló en su vientre. Su hermosa cabellera
cobriza brillaba reflejando los rayos del sol que se colaban por las celosías
de las ventanas y se extendía hasta cubrir las redondeadas caderas. Se anticipó
a la sensación de esas guedejas onduladas acariciando sus muslos y la ropa
holgada debajo de la armadura dejó de disimular su excitación.
Afrodita sentía en su espalda y sus caderas el cosquilleo de los ojos
acariciadores de Ares. Se moría de ganas de echar a todo su séquito de una
palmada e invitar al dios a su lecho, pero el día anterior había preferido
guerrear contra los humanos a jugar con su espada entre sus muslos y tenía que
hacerle pagar.
Dejó que la toalla de seda se escurriera hasta sus caderas, donde
quedó arrugada y abierta sobre un muslo. Una rodilla se apoyó como al descuido en
el colchón y estiró su cuerpo sobre las sábanas arrugadas, llevando el pelo
húmedo hacia un costado.
—Los aceites —su voz melosa susurró la orden que sus siervas se
apresuraron a cumplir—. De jazmín.
No tardó en sentir las delicadas manos sobre su espalda, esparciendo
el perfume aceitoso con un masaje suave. El aroma de la excitación de un hombre
se coló por entre los efluvios del jazmín y la diosa suspiró con deleite,
moviendo las caderas contra el colchón. Las manos se deslizaron hasta sus
piernas y también allí frotaron hasta que su piel adoptó el tono rosado de la
aurora.
Se volvió en un movimiento lánguido y medido, que sacudió sus pechos y
bajó aún más la seda de sus caderas. Las manos pasaron entonces a su cintura y
sus pechos que pronto se impregnaron del aroma dulzón. Unos dedos atrevidos
juguetearon con las puntas coralinas, que se irguieron al primer roce, ansiosas
de más caricias. El gemido gutural que dejó escapar entre sus labios
entreabiertos dio el aviso que todas esperaban.
Dos se hacían cargo de sus brazos. Otras dos de sus piernas. Pero
todas empezaron a dirigirse al centro de su cuerpo, que esperaba con avidez el
roce de un amante… o de varias. Sus pezones volvieron a verse sacudidos, pero
esta vez por una lengua tímida que tan sólo dejaba golpecitos leves sobre
ellos. Mientras, la tela que la cubría se iba abriendo mostrando la perfección
de su cuerpo.
Los muslos no tardaron en ser asaltados y su entrepierna se humedeció
en el acto, mezclando su aroma con el perfume de las flores del amor. Pasó la
lengua por los elásticos labios y vio la figura de su amante en el umbral,
macizo y erecto, esperando una invitación que no llegaría hasta que ella
estuviera saciada. Pero se la saltó impaciente cuando unos dedos curiosos
frotaron con aceite el pubis limpio de vello.
—Quizá prefieras las caricias de un dios —no era una pregunta, si
acaso un gruñido que pretendía provocar la huída de sus doncellas.
—¿Por qué? —gimió con perverso placer—. Nadie como una mujer para
satisfacer de diferentes maneras las necesidades de una diosa.
—Yo las conozco todas.
—Mira de todas formas, por si acaso aprendes alguna.
Dejó que sus párpados se alzaran lentamente destapando unos iris
azules, casi transparentes, capaces de hacer postrarse a sus pies al más
aguerrido de los dioses. Ares casi lo hizo, pero recordó el gusto por los
juegos de la pérfida hembra que meneaba las caderas contra las manos deseosas
de complacer.
—¡Marchaos todas! —rugió furioso
—¡No!
—¡Fuera he dicho!
Las jóvenes abandonaron la habitación entre gritos asustados y risas
nerviosas por el grandioso espectáculo que se les iba a ofrecer a continuación.
Afrodita se arrodilló en la gran cama con dosel, irguiendo su espalda,
apuntando con los pezones tirantes al torso musculoso de su amante. Su rostro
mostraba toda la ira que guardaba para esas ocasiones, mientras su cuerpo
hervía de deseo por arrastrarse a los brazos del dios.
—No eres nadie para dar órdenes aquí —susurró lentamente.
El tono aterciopelado de su voz se enroscó en su bajo vientre, como
una lengua juguetona y experta.
—Soy un guerrero —afirmó subiendo los escalones que llevaban a su
presa—. Y tú eres mi recompensa cuando vuelvo a casa después de un combate.
—Pero esta no es tu casa, guerrero.
Sonrió con maldad al llegar al borde del colchón y lanzó una mirada
desdeñosa a la rica estancia llena de columnas, guirnaldas y joyas.
—Ésta ten por seguro que no. Pero ésta… —adelantó una mano y la
internó en la sedosa calidez entre sus piernas, haciéndola lanzar un gritito
mezcla de indignación y placer.
La diosa apresó su antebrazo con su pequeña mano. Un gesto simbólico
de rechazo, ya que sus caderas se movían contra sus dedos, urgiéndole a ir más
deprisa.
Sus ojos se deleitaron con la imagen de la mujer arqueándose,
apretándole y jadeando en busca de la culminación. Aprovechó el momento de
éxtasis para hundir dos dedos en la carne que lo buscaba y concluyó con
arrogancia:
—Ésta es toda mía.
8 comentarios:
Aquí llega Ares, guapetonas mías!!! Y presiento que va a ser un dios malo... muy malo... La perfecta pareja de Afrodita que va a ser del todo perversa (muahahahahhaha)
Por cierto, la foto es un cuadro de Herbert James Draper, "Las perlas de Afrodita"
Ya me diréis como pinta!
Un besito
hOlaaaaa!!! Jajaja no entendi tu coment
'te has superado jodia'
Me dio gracia jajajajaj Gracias por comentar!
Esta muy buena uy si tuve que abanicarme sigue Kyra
Me alegro que te decidieras por Ares, primero porque es el Dios que hemos subido esta semana a nuestro Olimpo y segundo porque me encanta que sea tan malote y que tenga las cosas tan claras.
Desde luego que es la pareja perfecta para Afrodita y viceversa, porque ella no se queda atrás.
Madre mía Kyra, que subidón me dio al leer este capítulo.
Disfruté cuando él brama exacerbado por lo que está viendo y sintiendo y manda que todas salgan de ahí. Y ni te cuento con lo de "Esta casa en toda mía" uffffff.
Como ves no me has defraudado.
Aquí estaré siguiéndote, como siempre.
Besos.
P.D.: Buena elección con la imagen que subiste, es bien hermosa.
Hola!! hace un par de semanas descubrí tu blog gracias al rincón de Bonnie, me encanta todo lo que has escrito porque lo he leído a casi todo, me encanta la plantilla, te felicito por tus escritos tenés un buen futuro si pensás ser escritora.
te sigo desde ahora y me gustaría que visitaras mi blog y dieras tu opinión, ojalá te guste...
entrendesonic.blogspot.com
quizá no sea tu estilo pero a mi el tuyo me encanta porque me encanta esta literatura, de por sí me encanta leer... besos
Muchas gracias!!!
Me alegro de que os guste!! Ese momento "Esta casa es toda mía"... hasta yo tuve que parar de escribir y abanicarme porque me estaban entrando los 7 males XDDD
A ver si para mañana tengo el siguiente!!
Un besote!
woww,wowww,wowww!!!!
Posesivo,sensual y todo con un afrodisiaco perfecto¡¡¡el de los dioses y el de tu pluma!!!!
Un besito
pd: tengo una duda,hoy estoy espesita...Ares,me suena....es Dios de ¿?
Dios de la Guerra!!!
Y viene guerrero del todo...
Besitos ;P
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