Los Dioses del Olimpo, del Grupo Tempe (Clasicos de Grecia y Roma, Alianza Editorial) cayó en mis manos cuando yo tenía alrededor de 12 años. La mitología siempre ha sido una de mis grandes pasiones y me bebí el libro más que leerlo, a pesar de ser una recopilación de los dioses, con sus atribuciones, cultos, presencia en la literatura y el arte... vamos, que no es una novela. El caso es que presiento que después de unos cuantos años más, éste libro va a seguir ayudándome. En aquel entonces me ilustró sobre una cultura y religión que yo adoraba. A día de hoy me hace reflexionar acerca de todo lo que me enseñó.
Muchas veces me pregunto si todas las religiones que se han practicado desde que el mundo es mundo no tendrán todas un mismo origen y una misma finalidad. Por supuesto me refiero a las que se han tachado de mitologías, puros cuentos con los que entretenernos en esta era tan descreída, y en torno a los que han girado las vidas de tantas personas.
Uno de los "mitos" que siempre me ha llamado la atención es el culto de Apolo, con sede en el Santuario de Delfos, en el que una sacerdotisa - llamada pitia -, utlizaba las cualidades proféticas de la Tierra. Para ello, la pitia "se sentaba en un recinto prohibido del santuario (ádyton) sobre el trípode profético, especie de caldero de poco fondo con tres largas patas, y junto al omphalós, "ombligo" o gran piedra sagrada, que se creía que marcaba el centro de la Tierra.
Algunas tradiciones, quizá más antiguas, no hablan de un templo construido por el hombre, sino de una gruta en la que los vapores sumían a la sacerdotisa en estado de trance, "entusiasmo" o posesión divina.
Las excavaciones arqueológicas no han podido confirmar esta tradición, lo que a mi modo de ver no significa que no existiera realmente. Pero claro, esto es una simple opinión.
Lo que me ha llamado verdaderamente la atención de este culto es que, a pesar de referirse a un Dios masculino, sea una mujer la figura principal del mismo. Y que, aunque Apolo sea primeramente considerado Dios del Sol, sea gracias a la Tierra a través de la cual la pitia pueda alcanzar el trance profético. Otra humilde reflexion, por supuesto.
Sea como fuere, quizá esta sencilla referencia pueda ayudarme en algún momento en mi propio culto a la escritura. Todavia no sé cómo.
Quizá no llegue a saberlo... o sí.
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