Lenta,
muy lentamente, una carne enardecida se colaba en su propio cuerpo enardecido.
Parecía tan natural, después de las sensaciones que había despertado en ella
que no se molestó en sentir vergüenza ni aprensión. Simplemente, curiosidad por
saber qué nuevas chispas encendería en su cuerpo.
Lenta,
muy lentamente, se deslizaba en ese lugar que jamás se había humedecido tanto,
y sonrió con deleite al caer en la cuenta que era esa humedad la que le
permitía resbalar, internándose en las profundidades de su ser.
Lenta,
esa carne que palpitaba al ritmo de su corazón traspasó la barrera que la
marcaba como doncella, tan lentamente que apenas sintió un pellizco de dolor
antes de que sus músculos se expandieran para acogerle completamente. Suspiró
de dicha al sentirse colmada. Y cuando quiso suspirar de nuevo su aliento quedó
preso en la lengua que terminaba de llenarla, al igual que su cuerpo se rindió
al peso que la apretaba contra el colchón y empujaba para abrir aún más sus
piernas.
Dobló
las rodillas en un acto instintivo, alzando las caderas al encuentro de la
fuerza invisible que había llegado a ella en forma de lluvia dorada. Ese gesto
le hundió aún más en ella, provocando un rayo de placer que la obligó a
arquearse a su paso. Volvió a tocar un cuerpo firme, duro y tenso sobre ella y
dejó que sus manos vagaran, recorriendo aquello que sentía como real, casi más
que ella misma, y sin embargo debía ser mágico para que sus ojos no pudieran
encontrarlo.
Apretó
con fuerza el miembro invasor, chupando con la misma ansia como lo había hecho
con su boca, buscando ese algo desconocido que prometía tan sólo con estar
dentro. Sacudió las caderas, intentando obligarle a que la hiciera llegar a ese
lugar que ya conocía, pero que aparentaba ser aún más auténtico, más veraz.
Gruñó cuando se dio cuenta de que el cuerpo no hacía absolutamente nada, tan
sólo respirar sobre ella, acariciarle los labios con la aspereza de su lengua y
apretarse sin moverse en su interior. Ronroneó cuando se dio cuenta de que por
más que se movía bajo él, no había nada que pudiera hacer ella sola para
alcanzar la cima de sensaciones que anhelaba. Y sollozó al fin con una súplica,
mordiéndole la boca, al sentir su vientre tenso, listo y preparado para
explotar en una marea de dicha.
Fue
entonces, cuando lenta, muy lentamente, la dulce y ansiada fricción la
convirtió en una mujer ansiosa de sus caricias y su cuerpo.
Tuvo
que detenerse, había tenido que hacerlo por miedo a derramarse en esa cálida
estrechez desde la primera penetración. Sentirla aferrándose a su sexo como si
chupara de él, casi le había llevado a la liberación más temprana. Cuando supo
que podría moverse sin morir de dicha entre sus brazos fue cuando se retiró
para volver a empujar en ella con la contención desatada.
Estaba
tan mojada… tan preparada para lo que su cuerpo quería ofrecerle. Tan abierta y
ansiosa porque invadiera su espacio más terreno y a la vez más divino. Entrar
en ella era como hacerlo en un bizcocho esponjoso y caliente, bañado de licor
de néctar, dulce y embriagador a partes iguales. La sentía extenderse a su
alrededor, como la corola de una flor buscando el rocío de la mañana en primavera,
para después atraparle entre la aterciopelada firmeza de sus pétalos rosados.
Los tallos tiernos de sus piernas se enroscaban entorno a sus caderas como
hiedra verde, las livianas hojas de sus pies acariciando el interior de sus
muslos. Y él era el pájaro que la germinaba, su pico dorado penetrando en la
dulzura de su cáliz, buscando el polen sagrado que da la vida.
Se
hundía más y más en ella, notando la forma en que sus músculos separaban la
piel de su miembro, empapando la carne que la llenaba con su flujo virginal. La
gruesa cabeza tropezaba en su huida misteriosa con un saliente que parecía
querer acoplarlo en su interior para siempre, pero que al chocar los hacía gemir
a ambos, haciendo aún más grande su necesidad.
Bailaban
juntos al son que imponía la naturaleza y sus propios cuerpos, sudorosos y
jadeantes, ansiosos y trémulos. Cada lugar en el que se rozaban era tan sólo un
punto más en el que el placer convergía para luego estirarse en una ola
infinita.
Dánae
hacía ya tiempo que había abandonado su pudor y se dejaba llevar por las
acometidas gritando enloquecida, negando con la cabeza por ese placer mágico y
doloroso a un tiempo, sacudiendo las caderas a un ritmo frenético que no
aguantaría por más tiempo.
Y
sucedió. Frunció el ceño con fuerza y abrió los labios en un grito silencioso
que él tragó en su boca. Se estrechó aún más entorno a carne, oprimiéndole,
como si la liberación empezara en él y sólo él pudiera traspasársela. Fue un
ruego eficaz. Sintió cómo se le tensaban los riñones y dejaban escapar una
corriente de dicha que atravesó su miembro y penetró en el cuerpo de la joven,
que se dejó arrastrar en la marea de sensaciones.
Explotaron
juntos, unidos por sus bocas y sus sexos, dejando que el placer fluyera entre
ambos, en oleadas que empezaban en uno y terminaban en el otro. Salían al
encuentro de cada golpe de dicha con una urgencia que rayaba con la locura,
contorsionándose en una danza que parecía no tener fin.
Cuando
Dánae despertó, ya era de día y el sol bañaba su cuerpo blanco cubierto por la
lluvia dorada. Continuaba como él la había dejado, de espaldas, con los
miembros laxos y las piernas abiertas, sus rizos todavía húmedos por el placer
compartido.
Sonrió
al recordar cada una de las maravillas que ese cuerpo invisible le había
enseñado y se acarició el vientre, el lugar donde más sensaciones habían
pulsado. Una voz grave y profunda daba órdenes en su oído, mientras ella pasaba
las manos una y otra vez por debajo del ombligo.
«Destructor —susurraba una y otra vez—. Destructor.»
Nueve meses más tarde, su hijo se llamó Perseo, el nombre que su padre
le había dado.
5 comentarios:
Sabia que Perseo era hijo de Zeus(no vayas a pensar q lo sabia de antes,fue por la pelicula Furia de Titanes)sin embargo tu imaginacion le dio una sexualidad desbordante a la concepcion de dixo niño.....
Fantastico,fantastico el ultimo cap.!!!!
Un bs
Me dejas sin palabras, Kyra, no como tú, que sabes hacer (como ya te dije anteriormente), un uso fantástico de ellas.
Una primera vez divina, así tenía que ser la de todas, pero sin la consecuencia del embarazo.
Besos y no lo dejes, que el mundo del olimpo es muy grande.
Aquí estaré leyéndote.
Apoteosico final. Ya tengo ganas de leer la noche de taman, que me gusto mucho el primer capítulo. Tengo una duda, eso de destructor, destructor, no lo entendí, en fin ya me dirás, es que a Zeus le llamaban así, o era a
Perseo.
BESOS
Gracias guapetonas!!!!
"Destructor" es lo que significa el nombre de Perseo. No lo dejé muy claro, pero es que no sabía cómo ponerlo :S.
Dánae, por su parte, significa "lluvia dorada".
De todas formas, aquí no se acaba la serie de Mitología erótica!!! Todavía me quedan unos cuantos dioses! Ahora la duda que tengo es si continuar la serie con Hades o con Neptuno. Pero esto sigue!!
No sé con cual continuarás, lo que si sé es que acá voy a estar para seguir leyendo. Me fascina como escribis.
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