Oíd mi historia, pequeños buscadores de lamentos y sombras. Estaba yo esta noche maldita, intentando conciliar el sueño sobre mi solitaria cama abrasadora (04:15 am). Una inútil brisa se colaba por la ventana abierta, acompañada de gritos y jaranas; esa es la suerte de que ayer fuera viernes. Ni cortinas ni mosquiteras frenaban el paso de la noche, y yo me iba durmiendo, arrullada por el sonido de las borracheras.
Un sobresalto me despertó (04:30 am)
Cerca de mi oído, un extraño zumbido me sacó de esa dulce duermevela en la que todos nos perdemos antes de empezar a soñar.
«Son los ronquidos de mi padre —me dije—. Sólo eso y nada más».
Pero no era sólo eso. Era mucho más. (4:35 am)
El eterno zumbido del mal. El demonio más común de la oscuridad. El ser que manipula con su apariencia lastimera, con el único fin de interferir en el descanso ajeno y libra con el destino una lucha que acorta aún más su ya de por sí limitada existencia.
Así que subí un poco más la sábana, en esta noche abrasadora de Julio y me dije a mí misma con intención de calmar mi angustia:
«No son más que los ronquidos de mi padre. Esta noche está más cansado de lo habitual. Sólo eso y nada más».
Pero el mismo zumbo incansable, no se alejaba de mi oído (04:45 am) y hasta mi padre tenía que parar de roncar para respirar en algún momento. Así que, armada de valor, abrí un ojo lentamente, conteniendo el aliento de forma miserable, por la presión que se cernía sobre mi pecho.
¡Y en ese momento atacó! (04:55 am)
Dirigióse hacia mi ojo abierto con una furia desatada, la negra sombra alada.
Salté con ganas de la cama, esperando cegarle con la sábana alzada. Pero el ser inmundo, tan grande que hasta era peludo, quería enredarse en mi pelo y arañarme la mirada. Con la velocidad que te dan las prisas, encendí la luz en un suspiro.
¡Allí estaba! (05:00 am)
Buscando al monstruo de mis pesadillas, lo hallé escondiéndose de la luz bendita. Trepaba por la estantería, buscando un espacio entre los libros para reposar, antes de otro ataque furtivo.
¡Ah, no! ¡Mis libros, no!
Me hice con unos leggins recién planchados y, usándolos a modo de arma, empecé a sacudirlos con intención de espantar al ser alado. Pero al íncubo le gustaba mi espacio, así que en lugar de salir por la abierta ventana, trepó por ella buscando la oscuridad bajo el estor.
Dijo entonces: «¡No dormirás!» (05:10 am)
Que el ser inmundo se atreviera a amenazarme en mi cabeza no consiguió enfurecerme tanto como lo hicieron sus palabras. Pero aún así soy un alma compasiva, y como el bicho parecía tonto, me acerqué para abrir la otra hoja del ventanal. Supuse que agradecería mi misericordia, que se negaba a manchar mis leggins con el polvo nocturno de sus alas. Cuál no fue mi sorpresa cuando el diablo atacó de nuevo mis ojos, cual murciélago enfurecido.
«¡No, no dormirás!» (05:20 am)
Agité mis manos. Intenté alejarlo. Pero el ser se agarraba a mis cabellos, provocándome la más profunda de las histerias. Lo vi alejarse de nuevo y esta vez encontró un hueco para hacer su morada.
Fruncí mis labios con disgusto y parloteé hacia la nada.
«¡Sí, dormiré! Y vas a ver cómo».
Corrí hacia el alféizar atestado de plantas y tomé el bote de insecticida. Rocié la habitación con una carcajada de satisfacción y cerré la puerta con un golpe seco lleno de furia. (05:30 am) Salí al balcón con uno de mis tesoros preciados y entretuve mi mente en las líneas de una novela de amor. Qué poco apropiado para la terrible noche que avanzaba sin descanso.
Oí de nuevo en mi cabeza; «¡No, dormirás!»
Y pensé yo para mis adentros: «¡Ya lo verás!»
Leí y leí hasta que empezó a clarear por el horizonte y supuse que el veneno habría hecho su efecto.
Me encaminé con paso decidido a mi lecho (06:10 am) y por más que busqué no hallé rastro del demonio alado, aunque sí de un apestoso olor a Casa Jardín. Respirando el ambiente infectado, me tumbé sobre el colchón con intención de retomar el sueño.
Di una vuelta y mi padre roncaba.
Di otra y los pájaros cantaban.
Boca arriba no dejaba de oír los coches tempraneros.
Boca abajo los chirridos de la casa durmiente me molestaban.
Subí la sábana para tapar mi cabeza, pero el calor me sofocaba y no me dejaba respirar (06:30 am)
Giré y giré. Una y otra vez. El sudor empapaba mi camiseta. Y los ruidos ensordecían mis oídos impidiéndome alcanzar el ansiado objetivo.
Giré y giré. Y una y otra vez mi cabeza se llenaba de imágenes con sonido.
Mi padre roncaba. Los pájaros cantaban. “¡No dormirás!” Chirridos y pájaros. Ronquidos. «¡No dormirás!». Coches. Ronquidos. Pájaros. «¡No dormirás!». Autobuses. Chirridos. «¡No dormirás!» Ronquidos. «¡No dormirás!». Pájaros. «¡No dormirás! ¡No dormirás! ¡NO DORMIRÁS!».
* * * * *
Seis horas después sigo despierta esperando que el sueño me venza, maldiciendo contra ese demonio nocturno.
Pero tengo que darle crédito. Cuando gritó «No dormirás», realmente sabía lo que decía.
Polilla 1 — Diana 0
5 comentarios:
QUe nochecita!!!!
Lindo escrito :)
Jops...
Desasosegante. Es terrible eso de querer dormir y no poder.
Vueltas y más vueltas, melevanto-meacuesto, leo-escucholaradio-escribo-fumo-vuelvoala cama y así ad infinitum.
Así que supongo que si aún por encima, hay una polilla indestructible e irredenta, tiene que ser terrorífico.
Me ha gustado, Kyra. Mucho.
Un beso y buenas noches (sin polillas a poder ser... ;)
XDD. La verdad que ahora me río cuando lo leo, pero si llego a enganchar a la polilla... la habría matado y con dolor.
Me alegro de que os guste!!!
Lo que me he reído con la polilla y el guiño tan precioso que has hecho a un clásico imprescindible. Qué grande eres y qué poco ruido haces.
Ay, Marcos, ya verás cuando empiece la traca!! XDD
Muchas gracias por tus palabras, de verdad que ahora mismo la que necesita al consejero del Cesar en el oído soy yo XD. Me alegro de que te haya gustado y ojala que todo lo que escriba pueda provocar comentarios como ese. Los que me leéis, os lo merecéis.
Un beso enorme y gracias otra vez.
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