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Venus y Marte, Tiziano |
Ya se había dejado torturar demasiado.
Ares se retorció en la cama, tirando con fuerza de las ataduras que,
por mucho que hubiesen sido fabricadas por Afrodita, no eran rival para un dios
de la guerra.
Ella ya se había divertido bastante.
Durante horas lo había torturado con su cuerpo desnudo, contoneándose
frente a él. Muy cerca de él. Pero no lo suficiente como para poder tomarla en
su boca, ni para hundirse en su cuerpo. Hasta el punto de excitarse ella misma,
como había apreciado en su carne jugosa y resbaladiza; la misma que había
puesto unas cuantas veces sobre su rostro y que luego había retirado antes de
que su lengua la alcanzara.
Sí, ella se había excitado y también se había entretenido a su costa.
Ares, como poco, pensaba que era la tortura más vil a la que había sido
sometido jamás. Los rosados pezones al alcance de su boca y al mismo tiempo del
todo inaccesibles. Y su risa. En todo momento su risa tintineaba junto a su
oído y mandaba corrientes de placer por todo su cuerpo. Le acariciaba la piel
como plumas de lava y se enroscaba entorno a su miembro como una lengua
juguetona.
Sí, ya se había divertido bastante. Y ahora le tocaba a él.
Las correas se rompieron con un chasquido y Ares por fin estuvo libre.
Un gruñido de guerra nació en lo más hondo de su vientre y lo dejó escapar al
tiempo que se levantaba de la cama. La alegre diosa se había paralizado a los
pies de la cama. Una estatua del más fino mármol que un escultor humano jamás
habría soñado cincelar. Su rostro era una mezcla de emociones contradictorias.
Desde la más perversa fascinación, hasta el temor por lo que su amante
enfurecido pudiera hacerle.
Normalmente, sus juegos terminaban con una lenta penetración que ella
misma conseguía, sentándose sobre las caderas de Ares. Afrodita alcanzaba su
propia liberación mientras él sembraba la semilla divina en su vientre con una
fuerza desgarradora. Y quedaba tan saciado que olvidaba las torturas previas y
se fundía con ella en un abrazo.
Esta vez, quizá había ido demasiado lejos.
Eso parecía al menos, al verlo erguido, con su cuerpo curtido, duro y
listo para una batalla. O más bien, la batalla ya había terminado en el último
chasquido liberador y el guerrero estaba preparado para cobrar su premio.
—¿Ahora me tienes miedo? —preguntó con la voz casi rota, sin dejar de
observarla con los ojos inyectados en sangre—. ¿O es que la prudencia ha vuelto
a tu cuerpo?
Afrodita se estremeció al oírle, pero no dio ninguna otra muestra de
temor
—No te temo —contestó con más seguridad de la que sentía—, tú nunca me
harías daño.
La risa del dios era casi más aterradora que su furia.
—En circunstancias normales no se me ocurriría —caminaba hacia ella
despacio, haciendo círculos. Parecía que se alejaba de su objetivo, pero lo
cierto es que cada vez estaba más cerca—. Ahora —prosiguió—, cuando mi cerebro
está embotado por la lujuria que tú has provocado, lo único que quiero es
torturar tu cuerpo como tú has hecho con el mío. Dejarte tan necesitada de
placer que supliques por piedad.
Tan sólo la distancia de un brazo los separaba y Ares podía ver cómo
la carne de su amante vibraba con expectación.
—Pero lo cierto —en un rápido movimiento, atrapó su cintura y la
volvió, apretándola hacia abajo, dejando que sus pechos se aplastaran contra la
mesa de oro macizo—, lo cierto es que no tengo paciencia para eso.
Y penetró en ella con la fuerza, sin prepararla para la invasión de su
imponente erección.
3 comentarios:
Hola Kyra!
Cuando me apareciste como seguidora quise ver tu blog pero no me aparecia cuál era...asi que aprovecho que me firmaste y me aparecio tu blog para pasarme a saludar y a seguirte tambien.
Muy lindo blog... ya estare comentando...
Besos!!
HOLA BUEN FIN DE SEMANA
tienes un premio en mi blog donde pone iris premio
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