Bochorno.
Ardiente infierno de una tarde veraniega.
Nubes embarradas en un cielo cubierto de polución.
El fétido aliento de una urbe masificada.
El viento arenoso golpea tu cuerpo con más fuerza que cien dagas de filo envenenado. Corres por las calles llenas de la basura humana que se esparce con la furia del aire ardiente. La atmósfera plomiza de ese calor asfixiante te empuja hacia el suelo como una capa de hormigón.
No te puedes mover.
No puedes pensar.
No puedes huir.
Si acaso escuchar los pitidos de furia de los coches recalentados. Los gritos de la intolerancia en las calles atestadas. El odioso ruido del ventilador que remueve el aliento que tu boca ha exhalado. Y ese incesante viento que amenaza con acuchillar los cristales de tu alma. Provocando el mismo grito que las ramas de los árboles cargadas de inútiles hojas golpeando contra las ventanas.
Y ni una gota fresca que se cuele por tu garganta, reseca de tantos gritos silenciosos. Ni un amago de brisa gélida entre la niebla contaminada de la ciudad.
La sangre se evapora en las venas lentamente, ralentizando el ritmo de ese corazón cansado de latir contra la ira injustificada. El pulso se apaga como la llama de una vela ahogada por un caparazón de metal. Que sea otro el que se implique en la lucha por la supervivencia.
No hay príncipe azul con un cáliz cristalino, que te monte en su caballo blanco con crines del color de la espuma del mar agitado. No hay caballero de brillante armadura que deslice la espada en su vaina, provocando el sonido de un soplo de aire fresco.
Nadie más aparte del bochorno
y tú.
Ardiente infierno de una tarde veraniega.
Nubes embarradas en un cielo cubierto de polución.
El fétido aliento de una urbe masificada.
El viento arenoso golpea tu cuerpo con más fuerza que cien dagas de filo envenenado. Corres por las calles llenas de la basura humana que se esparce con la furia del aire ardiente. La atmósfera plomiza de ese calor asfixiante te empuja hacia el suelo como una capa de hormigón.
No te puedes mover.
No puedes pensar.
No puedes huir.
Si acaso escuchar los pitidos de furia de los coches recalentados. Los gritos de la intolerancia en las calles atestadas. El odioso ruido del ventilador que remueve el aliento que tu boca ha exhalado. Y ese incesante viento que amenaza con acuchillar los cristales de tu alma. Provocando el mismo grito que las ramas de los árboles cargadas de inútiles hojas golpeando contra las ventanas.
Y ni una gota fresca que se cuele por tu garganta, reseca de tantos gritos silenciosos. Ni un amago de brisa gélida entre la niebla contaminada de la ciudad.
La sangre se evapora en las venas lentamente, ralentizando el ritmo de ese corazón cansado de latir contra la ira injustificada. El pulso se apaga como la llama de una vela ahogada por un caparazón de metal. Que sea otro el que se implique en la lucha por la supervivencia.
No hay príncipe azul con un cáliz cristalino, que te monte en su caballo blanco con crines del color de la espuma del mar agitado. No hay caballero de brillante armadura que deslice la espada en su vaina, provocando el sonido de un soplo de aire fresco.
Nadie más aparte del bochorno
y tú.
4 comentarios:
Hola!! veo que ya has vuelto! que tal el trabajo? ahora la que esta trabajando soy yo, por eso mi blog está un poco parado :-(
Me gusta este texto llamado BOCHORNO, pero ¡me ha entrado calor solo de leerlo! jeje. Un besito! ah! y gracias por tus comentarios. Cuidate!!
Uy muy bueno cuantas veces me ha pasado un beso nena
Es que hacía mucho calor cuando lo escribí XDD
Besicos
No deberia haber leido esta entrada.......estoy malita y no es de bochorno,ni de calor......pero cuando me recupere va haber un fresquitooooooooooooo jajajaj
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