Es de sobra conocido por los simples mortales, que los dioses son
veleidosos en gustos y ánimos. No es inmune a este estigma el primogénito de
los hijos de Cronos, el Olímpico sucesor de los Viejos del Mar. Aunque regente benévolo con los que honran su culto
y oyente compasivo de los ruegos por las almas de los muertos, el terrible dios
gobierna las aguas a golpe de tridente y su temperamento se inflama al ritmo de
las mareas. No tardan en apelarle «El que quiebra la tierra» y «Señor de las tormentas». Tiemblan entonces
humanos e inmortales y no son muchos los que se atreven a enfrentarle en esas
horas sombrías.
El profeta Nereo hace uso de su don y envía a sus cincuenta hijas a
distraer el adusto semblante del supremo en toda la extensión del mar salado.
Las bellas ninfas inundan el palacio submarino y se mueven al ritmo impuesto
por el tronar del choque de corrientes. No tardan los lisos cuerpos femeninos
en llamar la atención del gobernante y su rugido, como mil cascos de caballo
golpeando en un galope furioso, poco a poco se desvanece en las oscuras
profundidades.
Y es que Posidón, además de divino es varón, y no está a salvo de los
placeres que Afrodita promete con el deseo. Y las nereidas, además de
inmortales son mujeres, guardianas de los secretos de la diosa del amor.
Las Nereidas, Gaston Bussiere |
Incluso en la torpeza del comienzo, su baile es objeto de alabanza.
Más calmadas, tras la pausa de los truenos, las ninfas se mueven con la gracia
de sirenas. Ondulan sus caderas y sacuden sus miembros, aquellas que no han
elegido la cola del pez. Éstas giran en piruetas imposibles, se toman de las
manos y forman círculos entorno a sus hermanas. Aquellas se impulsan con
piernas firmes, deslizándose bajo el agua con brazadas sinuosas. O caminando
sobre el mármol con las puntas de sus pies.
No hay pudor en lo más hondo del océano y la que cubre su cuerpo lo
hace con afán de provocar. Las sedas recogidas de naufragios se adhieren a las
curvas temblorosas, sin ocultar de la vista lo que, en un instante, todos
ambicionan. Los ojos que pueblan las aguas, se abaten sobre la danza
desenfrenada. El señor de las mareas permite a sus sentidos evadirse del regio
oficio, pero sólo una atrae la atención de sus pupilas.
Nereo, que ha vaticinado éste fin, se aparta, impotente y resignado a
la suerte de su hija. Mientras el dios se deleita con la fría piel de alabastro
de la elegida.
Ajena a la expectación que sus movimientos despiertan, Anfítrite danza
a un son que ella sola parece conocer. Apartada de la algarabía que provocan sus
hermanas, da vueltas alrededor de las columnas del Ege[1]. Ninguna gasa cubre su
cuerpo, pero ciñe sus caderas con un cinturón de flores marinas. Es su cabello
platinado el que forma un velo esquivo. Ora oculta su torso desnudo, ora deja
entrever la erección de sus pezones coralinos. Gira sobre sí misma y las
guedejas envuelven su dermis; el roce continuado, le hace desear las caricias
de un amante.
No imagina quién ansía ese puesto con una necesidad desgarradora. Ni
siquiera se supone merecedora de atenciones semejantes. Un escalofrío en su
columna le advierte que es objeto de ardientes miradas. Pero ya es tarde.
Posidón ha descubierto la hendedura que mostraba entre patadas, ha vislumbrado
la tersura oculta bajo los tentáculos de las anémonas. Y se cierne sobre la
nereida con intenciones nada honrosas.
La carne enfebrecida se yergue en busca de cobijo y es su parte más
húmeda y rosada en la que quiere hundirse hasta la culminación. Las poderosas
manos se cierran en los lozanos senos y Anfítrite no evita el gemido que brota
de su pecho. Alza las caderas, rozando con las nalgas el vientre del dios. La
primera semilla de Posidón se diluye en el agua que los rodea. Busca ansioso la
entrada al cuerpo de la joven y el glande entumecido se cuela entre los estrechos
pliegues de la doncella.
Anfítrite despierta entonces del letargo que sus manos le provocan y
se escurre de sus brazos en una huída frenética.
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1- Palacio submarino de Posidón cerca de Egeien Eubea
1- Palacio submarino de Posidón cerca de Egeien Eubea
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