M.E. 2: Una noche con la diosa del deseo III

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Ares y Afrodita, Carlo Saraceni


Dejó escapar un gruñido furioso antes de que sus manos se dirigieran ansiosas hacia el centro de su deseo. Aunque decir deseo era quedarse corto ante la desesperante necesidad que las dos arpías le habían provocado. Fue demasiado lento o Afrodita demasiado rápida porque ni siquiera había llegado a rozarse cuando se encontró con las manos atadas con cintas de seda en el cabecero de la cama. Ni siquiera los violentos tirones del imponente dios de la guerra eran capaces de romperlas, y eso que lo intentó con ahínco.
—¡Afrodita! —rugió con ira.
Y lo había vuelto a hacer. Lo había dejado completamente a su merced. Y él había sido tan estúpido como para bajar la guardia, olvidando otras noches de tortura y placer… a partes iguales.
—¡Oooh! Pobre Ares —ronroneó la diosa, acercándose lentamente al lecho—. Ya estás atrapado de nuevo.
Lucía esa sonrisa odiosa que tanto le molestaba. Una mezcla entre cinismo y burla, aderezado con una pizca de falsa compasión. Su voz era un bálsamo que pretendía hacerle creer que sentía haber sido artífice de su situación. Pero era una mentirosa consumada y la mejor de las actrices, así que no lo creyó ni por un momento. Aunque lo acabaría sintiendo… No se hacía una idea de cuanto.
—Deja de jugar, Afrodita. Estoy empezando a perder la paciencia —gruñó en un tono bajo y amenazador.
—Ya lo veo.
Los ojos de la diosa no se apartaban de su miembro congestionado, hinchado hasta el límite. Justo allí paseó su mano, deteniéndose sólo para limpiar la semilla que lo humedecía. Gruñó con ira y deseo, pero no amedrentó a su amante, que volvió a dejarle al borde de la liberación y empezó a desnudarse con parsimonia.
—Eres demasiado mandón, Ares —comentó Afrodita, comiéndoselo con la mirada—. Pero yo no soy un soldado al que puedas amedrentar. Estás en mis aposentos y aquí soy yo quién da las órdenes.
—No a mí
—Y precisamente por eso estás atado.
Se acomodó a horcajadas sobre las caderas del dios, resbalando sobre su carne enardecida. Ronroneó mientras lo hacía, apretándole con sus muslos, hasta que los movimientos de Ares lo acercaron peligrosamente hasta su objetivo.
Afrodita alzó las caderas hasta alejarlas completamente de su miembro y apoyó los senos perfectos en su pecho. Empezó a pasear los dedos por su rostro tenso dejando que una sonrisa amable curvara sus labios.
—¿Por qué no dejas de luchar contra mí, mi amor? —metió los dedos en su boca para humedecerlos y pasarlos después sobre sus labios duros—. Sabes que haré que disfrutes cada segundo que pases conmigo.
—También me torturarás cada segundo —murmuró mientras acariciaba el dedo esbelto con la lengua.
La risa argentina de la mujer traspasó sus defensas, dejándole expuesto y rendido a sus caricias.
—¿Habría placer sin una buena dosis de dolor?
No esperaba respuesta, pero aún así Ares se la dio
—Baja las caderas un poco y lo comprobaremos.
Estaba dispuesto a todo con tal de que le dejara penetrar su cuerpo de una vez por todas. Pero ella volvió a reír, mandándole un escalofrío a lo largo de la columna.
—Estoy tentada —susurró mordisqueando su oreja—. Pero ayer no viniste a mí y tienes que pagar por eso.
Se separó del dios, justo en el momento que él pensaba que la había ablandado lo suficiente. Tenía que haber sabido que nada conseguiría alejar a la pérfida diosa de su objetivo. Y ese no era otro que torturarle hasta la locura

M.E. 2: Una noche con la diosa del deseo II

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Marte desarmado por Venus,
Jaques Luis David
Afrodita apenas tardó en recuperarse del éxtasis. La diosa del deseo no sólo se rendía al placer glorioso del clímax con completo abandono, sino que estaba más que dispuesta para un nuevo asalto en cuestión de segundos.
—Recuéstate, amor mío —susurró, empujando a su amante sobre la mullida cama.
Ares se quitó la armadura, mientras la doncella de Afrodita desabrochaba los cordones de sus sandalias. Tan sólo le cubría la túnica corta y pronto la liviana tela también fue desechada junto con el dorado metal. Su mirada no se apartó de la diosa, que se contoneaba hasta acabar recostada en un diván rosado, recubierto con cojines de seda.
—Liria es una doncella encantadora —comentó como al descuido, su voz aterciopelada recorriendo su columna en un escalofrío—. Y bien dispuesta.
La muchacha en cuestión continuaba arrodillada a sus pies, con los ojos fijos en la evidente prueba de su deseo.
—Ya puedes levantarte —murmuró el dios guerrero
—¡Yo no lo he ordenado!
La mano que acariciaba la mejilla de la joven se detuvo en seco. Los ojos de Afrodita refulgían con ira porque él se había tomado la libertad, por segunda vez, de mandar en sus aposentos. Pero pronto se suavizaron, al tomar un cuenco de cristal en el que bailaba un líquido dorado, espeso, como miel templada a fuego lento.
—Antes me gustaría jugar un rato —explicó con un movimiento perezoso de sus dedos sobre el cuenco.
La sangre de Ares empezó a acelerarse en sus venas. Los juegos de la diosa más de una vez habían estado a punto de llevarlo a la locura. La yema de un dedo perfecto se sumergió en el cuenco y empezó a trazar círculos, dejando que la sustancia impregnara su blanca piel.
—Tengo la sensación de que hoy voy a divertirme mucho.
Una sonrisa lenta curvó sus deliciosos labios, una sonrisa que prometía placeres infinitos… y torturas descabelladas. Ares no era dios cobarde, pero notó una punzada de inquietud. Afrodita podía ser la más gentil de las mujeres, la más dispuesta, y también la más dañina. Quizá la amaba por eso, porque era capaz de adivinar sus más bajos instintos y satisfacer sus más profundos deseos.
—Néctar traído del mismísimo jardín de las Hespérides —comentó con un ronroneo, mientras alzaba la mano hacia su boca, la yema del dedo cubierta de la dorada miel—. Me apuesto el cinturón a que jamás has probado nada igual.
Su miembro dio una sacudida contra su vientre, ansioso y expectante. ¿A quién le importaba el néctar de las ninfas, pudiendo lamer el deseo de una diosa como ella?
—Liria seguro que no lo ha hecho —gorjeó con malsana alegría—. Podríamos ponerle remedio a eso.
La vio sacar la lengua y limpiarse el dedo con ella, seguro de que con la intención de provocar la envidia de la doncella. Sin embargo, la muchacha eligió en ese momento pasar la pequeña lengua sobre la cabeza de su erección, provocándole un estremecimiento que le sacudió hasta la médula.
Miró hacia abajo, a la boca de Liria tan cerca de su sexo que lo acariciaba con su aliento y que no parecía tener la intención de continuar con lo que había empezado.
La risa de Afrodita le distrajo y cuando volvió a fijarse en ella, tenía todo el dedo cubierto de néctar.
—Creo que le ha gustado —rió—. Démosle un poco más.
Y pasó la lengua dura desde el nudillo hasta la uña, retirando la miel de un solo movimiento. El mismo movimiento que hizo la joven en su sexo henchido, dejándole tenso y jadeante.

Jugaron con él durante una hora, excitándole hasta límites insospechados, llevándole de cabeza al borde de un abismo de placer, para luego detenerse en el momento en que su simiente amenazaba con derramarse.
Afrodita metía una y otra vez los dedos de uñas perfectas en la sustancia espesa y luego se los lamía de la misma forma que luego la doncella lamía su miembro. Cuando empezó a chuparlos dentro de su boca, el guerrero pensó que acabaría cediendo al deseo y descargando su placer en la garganta de la criada. Esta demostró tener una amplia experiencia en los juegos de su señora, o quizá era la diosa la que mostraba su maestría en la manipulación de sus muchachas porque las lenguas se movían al unísono y las succiones no tenían margen de diferencia.
El mecía las caderas con lentitud al principio y un ritmo enloquecedor según pasaban los minutos de tortura. Un par de veces cometió el error de interrumpir a la diosa y sufrió en su carne los resultados de su propia estupidez.
—Afrodita… —había susurrado, un hondo gemido de placer nacido de lo más profundo de sus entrañas.
Ella se había detenido, sacando los dedos de su boca para poder preguntarle mordaz:
—¿Querías algo, amor mío?
La cabeza de la joven Liria había cesado sus movimientos, haciéndole gruñir de completa frustración.
Su cuerpo estaba totalmente cubierto de sudor, sus músculos tensos y temblorosos, sus riñones se contraían en el momento de la liberación, para que la boca que le torturaba se apartara en el momento menos apropiado. El pelo castaño se le pegaba al rostro y al cuello y la respiración hacía ya tiempo que había dejado de ser regular. El deseo nublaba su mente de tal forma que sólo podía pensar en empujar contra la lengua que tan pronto era una amante deseosa como una doncella esquiva.
No fue hasta que el cuenco de cristal estuvo completamente vacío, que Afrodita decidió dar por terminado el juego. Su cuerpo se hallaba al borde del colapso, ésta vez parecía que las succiones no se detendrían hasta hacerle alcanzar el éxtasis. Hacía ya tiempo que había pasado el límite de su contención y bombeaba en la boca de Liria sin control alguno. Dos embates más y se liberaría con una potencia arrolladora.
El chasquido de unos dedos se coló en su cerebro embotado y la muchacha desapareció sin dejar rastro, dejándole hendiendo el aire. 

¡Premio Zeus!

Bueno, aquí traigo un regalo que no veas.
¡¡¡¡Este pedazo de Dios hecho por Perséfoneluz!!!! Derechito desde su blog: Perséfoneluz. E inspirado en los relatos que podéis leer con la etiqueta de Mitología erótica.
¡¡¡Mil gracias por este regalo!!!


La única regla de este premio:

-Para que este Premio Zeus no quede estancado, creo que deberían entregarlo a esos o ese blog que sinceramente y sólo sinceramente no dejarían de leer, porque realmente sus historias las atrapan. (palabras textuales de la creadora)

Así que, aquí voy:

- Alas para Volar de Iris, al que también se lo ha dado Perséfoneluz, pero del que soy del todo asidua.

- Enamorada de las letras de Citu. Cada día estoy más encantada con sus historias.

- SokAly igual que me ha pasado con Alas para volar, este blog ya está premiado, pero me suelo pasar muy a menudo por él

- Mis historias, Mi mundo de Yelania Sammet. Lo conocí hace poco, pero me enganché del todo.

- El Rincón de Bonnie al que me acerco por sus recreaciones de los personajes de Crepúsculo.

- Y por último, pero no menos importante (ni mucho menos) a Mi voz del corazón en palabras de María. Se nota que cada reseña que hace efectivamente son palabras que salen de lo más profundo de su corazón.

Estos son los rinconcitos en los que siempre me acabo entreteniendo mucho rato.

Un beso muy grande