LA LUZ DE LA VERDAD

(Continuación de La Historia Enlazada)

Aún dentro del santuario creado por el Círculo de Luz, sentían los temblores y el rugido de la Tierra. Val veía el temor en los aldeanos, en sus rostros, y supo en ese momento que debería haberlos obligado a partir con los demás. Muy pocos eran hombres curtidos en las adversidades. La mayoría eran jóvenes que apenas habían entrado en la pubertad, no mucho menores que él, pero sí con la inocencia aún intacta. Sabía que sería incapaz de mantenerlos a todos con vida, pero les permitió seguirle. Había pensado que la muerte era un destino preferible al futuro que Luzbel les tenía reservado. ¡Ojala ahora ese pensamiento no le pesara en la conciencia!

Las sombras del Caído empezaban a salir de los confines del claro, mientras una luz cegadora emergía de la grieta más profunda. Eran seres grotescos por su belleza. Sinuosos, de movimientos suaves y precisos, de facciones hermosas aunque oscuras. Sólo en el brillo de sus ojos se apreciaba la maldad que los corroía y en sus ladinas sonrisas. No sería suficiente para frenar la atracción que los jóvenes sentirían por ellas. Muchos ya se acercaban al borde de la luz para seguirlas. Su grito se oyó por encima de los alaridos de la Tierra.

—¡No salgáis del Círculo de Metatrón! ¡De la Bestia me encargo yo!

Y es que, la misma atracción que tiraba de los jóvenes hacia las sombras, la sentían los oscuros seres hacia la luz. De igual manera, lo que a unos les daba la vida a otros los mataba. Sólo quedaba esperar y ver quién hacía gala de una fuerza más constante. Cambió una mirada con el ángel que le prometió silencioso que cuidaría de todos los que pudiera. Ambos reconocían la firmeza de esa promesa y lo inútil que podía resultar.

Val se volvió a Aura, que sujetaba su brazo con fuera. No encontró palabras para agradecerle la confianza que había depositado en él. Le había hecho un hombre más firme en su propósito y le había dado un motivo para sobrevivir. Se limitó a apoyar una mano en la que le sujetaba y apretarla infundiéndole valor.

—Ten cuidado, muchacha. No salgas de la luz —Aura abrió los ojos con algo de sorpresa—. Nada de lo que te ofrezcan es real. Sólo la luz. No te apartes de ella.

Y, sin más, desapareció al otro lado del círculo.

* * * * *

Aura lo vio más allá de la luz, su figura ondulando por los gases que se escapaban de las grietas del suelo. Se sintió tentada de correr a su lado, en único lugar en el que se había sentido segura desde que la guerra había empezado. Pero las palabras de Val todavía hacían eco en su pecho y decidió seguir su consejo. Era sabio a pesar de la juventud que se apreciaba en sus rasgos, que no en sus ojos.

Oyó gritar a Metatrón advertencias a los hombres que se acercaban a los límites de la barrera protectora y despertó de su estado de duermevela. Los muchachos intentaban soltarse de los brazos que los sujetaban para lanzarse de cabeza a las sombras que los llamaban desde el exterior. Aura solo veía figuras putrefactas con blancos colmillos amenazantes, pero no debía ser esa la imagen que se reflejaba en los jóvenes ya que parecían ansiosos de ir junto a ellas. La mujer se puso en movimiento y corrió a socorrer a aquellos que parecían estar a punto de flaquear.

Tiró de los brazos, torsos y cabellos cuando hizo falta. Sujetó a todos los que lloraban cuando se veían alejados de sus objetivos. Y también vio la muerte de aquellos que no consiguió salvar. Perecían bajo las ansias de sangre de las sombras, despedazados casi hasta los huesos. Lo peor no era verlos caer, sino levantarse después convertidos en seres más grotescos que los que habían provocado sus muertes. Algunos intentaron traspasar la barrera que el ángel mantenía con esfuerzo y se desvanecían entre dolores atroces a juzgar por los gritos inhumanos. En una ocasión tuvo que dejarse caer al suelo y taparse la cabeza con los brazos para intentar alejarse de la crueldad de aquella lucha casi estática. La sangre que se vertía entre humanos no resultaba tan devastadora.

Cuando se levantó por segunda vez, casi recuperada de la angustia, se encontró en el borde del círculo, cara a cara con Val. El corazón se le detuvo en el pecho y la respiración se le aceleró al reconocer al hombre entre las sombras. Éstas le acariciaban y adoraban, pero él las ignoraba; sólo tenía ojos para ella. Lentamente, alzó una mano en su dirección y la extendió con el fin de que Aura la cogiera. Ni siquiera dudó. Adelantó los dedos hacia la luz que la envolvía, tan despacio como lo había hecho él y caminó con seguridad hacia la línea que los separaba. Los labios masculinos pronunciaron su nombre, una y otra vez.

—Aura… Aura… —cada vez más fuerte—. Aura… Auraa… ¡Aura!

Fue Metatrón con su potente voz celestial el que la salvó de morir entre las fauces de aquello que odiaba. La sujetó contra su pecho y gritó su nombre tantas veces como hizo falta para despertarla de tan tenebroso sueño. Al principio se resistió, pero él la volvió hacia donde el hombre por el que había estado a punto de morir intentaba dominar a una bestia de hueso en forma de serpiente gigantesca al tiempo que la alejaba de las huestes de Luzbel. Los dientes de hueso destacaban en la cabeza de dragón, donde unas cuencas vacías parecían ver todo lo que sucedía a su alrededor. La Bestia de la Oscuridad Nocturna había despertado y atacaba a todo aquel que se le acercaba, sin distinguir entre amigos y enemigos. Era el miedo lo que provocaba los ataques contra Val, más que una desconfianza ciega. Y Val, rodeado de sombras, no parecía tener temor a nada. No había luz que lo rodeara, pero su espada parecía destellar con la fuerza de su interior. Rechazaba a sus enemigos tanto con el acero como con bravatas y se acercaba a la Bestia desconfiada, susurrándole antiguos arcanos que en algún momento despertarían su memoria y la harían ponerse de su lado.

Aura entonces, lo entendió todo; porqué Val no moría aún rodeado de oscuridad, porqué las sombras parecían intentar seguir el ejemplo del hombre con la Bestia, en lugar de atacar a un solo humano casi indefenso. Era el miedo lo que a ellas les daba valor, lo que las daba la imagen que los seres de luz querían ver y así los atraían a la muerte y el infierno eterno. El temor tan difícil de contener. Y Val parecía estar perdiendo la batalla. Supo lo que tenía que hacer. Lo supo en el instante en que su corazón se inundó de la luz de la verdad.

Se irgió entre los brazos de Metatrón y lo miró a aquellos ojos ancianos, sabios y eternos. Él conocía su decisión, pero ella le advirtió, para que no flaqueara en el Círculo mientras pretendiera luchar contra sus intenciones.

—Me necesita —susurró entre el tronar de la batalla—. Me necesita.

El ángel miró a las sombras acercarse al hombre que pretendía salvarlos a todos y se decidió en un segundo.

—Te necesita —soltó a la mujer sin que ella se tambaleara un milímetro—. Ve.

2 comentarios:

Patricia K. Olivera dijo...

Ya lo había leído y te vuelvo a felicitar!!
Me encantó, una muy rica descripción y una muy fértil imaginación!!
Se nos está poniendo dificil a los que venimos después jeje!!

besos!!

Kyra Dark dijo...

Muchas gracias, Patricia!
Seguro que lo vais a hacer fenomenal!!

Muaaaks

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