Asesinos I



Nuevo relato después de un tiempo del todo estéril y tengo que agradecérselo a mi amiga Lhyn. Por razones que irá descubriendo según lea el relato, se me ocurrió pensando en ella (XDD cosas que pasan). El relato constará de varias partes, todavía no sé cuántas, pero creo que no muchas: tres, cuatro a lo sumo. Y sé que estará deseando matarme según lea esto por no escribir el relato todo a la vez (espero que me mande a la mierda en privado y no en un comentario en el blog). Pero bueno, no me enrollo más y aquí lo dejo.

Besitos reina y gracias por inspirarme.

ASESINOS (I)

Un nuevo encargo. Un nuevo contrato y allí estaba. En el local más atestado de todo Kiev, sudando a mares en su traje apretado e intentando no rozarse con los cuerpos húmedos que saltaban al ritmo de la música. La banda, Dark Skull, se ubicaba en un escenario al fondo de la nave. Vestidos de cuero negro y brillantes cadenas, tocaban una versión mala de This is the new shit de Marilyn Manson. Parecía que el cantante iba a vomitar en cualquier momento el hígado por la boca, pero eso no impedía a los fans histéricos arañarse por colocarse justo debajo. Todos se empujaban por llegar lo más cerca posible. Ella caminaba como podía en el sentido contrario.


Canturreó la canción mientras se abría paso a codazos entre la gente. Los cartones de ácido pasaban de lengua en lengua y las pastillas cambiaban de mano sin ningún tipo de disimulo. Un joven con la cara pintada de blanco y los ojos rodeados de negro le metió una en la boca, pero ella no tardó en pasársela a la satánica que tenía justo al lado, ganándose la ovación del público. ¡Malditos niñatos! ¿De qué servía acabar con los traficantes de drogas si la gente pedía matarse a gritos?

Nunca le habían gustado las misiones en actos públicos, como aquel concierto. Los asesinatos con testigos eran difíciles, sucios y ruidosos. Por no decir que en la estampida de la huída acababa muriendo alguien más, y ella sólo mataba a quienes lo merecían. Punto. Había intentado rechazar el encargo, pero había sido imposible. Por lo general, disfrutaba de su trabajo. Por desgracia, lo único bueno de aquella misión era la música y el color. El negro siempre había sido su favorito, y los toques púrpuras que le había dado a las mangas y el escote realzaban favorablemente su blanca piel. Ni siquiera le había hecho falta la crema pálida para la cara. Con tiznar sus ojos de negro había sido suficiente. La peluca oscura sólo había mejorado el efecto.

Llegó a su destino sin que se la arrancaran de un tirón, toda una proeza, por cierto. Subió por las escaleras de metal hasta una puerta flanqueada por guardias armados. Las muchachas que querían una invitación los miraban entre asustadas y expectantes, insinuándose torpemente y ganándose muecas de lástima. Ella no era tan novata. Se paró muy cerca de ellos, cruzando una línea invisible que ninguna antes se había atrevido a atravesar. Apoyó las manos en la estrecha cintura, impulsando los pechos casi fuera del corpiño y clavando la mirada oscura, serena y a la vez llena de promesas en las gafas de sol de los guardias. Estos no dudaron. Pasaron sus grandes manos a lo largo de su cuerpo cubierto de vinilo negro, demorándose en muslos, caderas y pechos. Dobló su delgado cuello y dejó escapar una risa ronca que escondía más dolor que placer… para ellos.

Se levantaron cuando el magreo empezó a dejarles insatisfechos y abrieron a desgana la puerta de la codiciada sala. Ella hizo intención de entrar, pero volvieron a cerrarle el paso.

—Tu nombre —exigieron en un cerrado acento del este.

—Fate —consintió ella con una descarada lamida a sus voluptuosos labios.

Destino. El suyo y el de la mayor parte de los que se divertían en la fiesta privada. Que no fuera su verdadero nombre no era algo que le interesara a nadie.

—Te vemos después… —advirtió—. Los dos.

—No lo dudes.

Y se internó en la penumbrosa sala, con la satisfacción pintada en su hermoso rostro.

La música de los Dark Skull se oía mejor en el interior de la sala que en la propia nave del concierto. Quizá por estaba insonorizada y las voces salían de unos altavoces que debían de valer millones. También allí predominaba el negro y el rojo, con la diferencia de que las telas eran de calidad y las cadenas de oro blanco y no acero barato. Las drogas eran más caras, pero también más limpias, y el colocón te llevaba al paraíso y no a las puertas del infierno. La decoración era de muy buen gusto; los hombres, atractivos; y las prostitutas de lujo, increíblemente hermosas. El aroma a puros caros y sexo del duro, impregnaba el ambiente como un perfume de diseño. Incluso Fate habría podido disfrutar de la fiesta de no encontrarse en medio de un trabajo.

Se cruzó con parejas en diferentes estados de desnudez en su camino hacia el hombre que había venido a matar. Las fotos que había recibido de Viktor Motuleak no le hacían justicia. Sentado en un sofá de brocado rojo y dorado, sorbía whisky escocés de un vaso ancho y esnifaba coca de los pezones de las dos mujeres que le flanqueaban. Los limpiaba después con la lengua, provocando jadeos de deseo y caricias de éxtasis. Su pelo platino se confundía con las pieles lechosas y sus ojos grises se desenfocaban entre mordiscos y felaciones. Agarró la cabellera oscura que subía y bajaba entre sus piernas y empujó las caderas con golpes secos hasta que un grito de placer se confundió con los alaridos del cantante.

Esperó su turno a pocos metros de distancia, sin buscarle y al mismo tiempo sin perderlo de vista. Había tratado con varios como él. Hacerse la despistada no valía. Tampoco las promesas susurradas. Una mirada ardiente e insinuaciones poco veladas. Lo importante era parecer mejor que las esculturales divas que la rodeaban. No era menos hermosa que ellas y confiaba mucho más en su capacidad amatoria. Y conseguía exudarlo por cada poro de la piel, como el reclamo de una hembra en celo a un macho dispuesto.

Funcionó. No tuvo que aguardar más de cinco minutos. El ucraniano volvió la vista hacia ella y sonrió, relamiéndose de anticipación. Apartó a las prostitutas que le rodeaban, mientras la llamaba con un movimiento de la mano. Fate se aproximó lentamente, dejando que el contoneo de sus caderas endureciera de nuevo al señor de la droga. Mientras, se desataba lentamente los botones del corsé. Cuando se colocó a horcajadas sobre él, sus pechos casi estaban al descubierto y la boca del hombre los esperaba hambrienta. La lengua recorrió el borde del escote.

—¿Y tú de dónde has salido? —preguntó, degustando la esencia salada.

—Del mismísimo infierno —susurró en su oído entre gemidos guturales.

—¿Te envía el diablo?

—Yo soy el diablo.

—Estupendo, tenía ganas de follármelo.

Fate rió y guió su cabeza hasta el pecho. El siguió succionando con ansia. No gruñía cuando el dolor dejaba marca, sino que gimoteaba pidiendo más y se mecía contra su miembro henchido, provocándole y provocándose, dándole y pidiendo más. Se arqueó hacia atrás, cuando la lengua jugueteó con el ombligo. Le dejó internar una mano bajo las ceñidas mallas de tiro bajo y jadeó de verdad cuando sus dedos fríos entibiaron el ardor que sentía entre las piernas. Se meció aún más rápido, incitándole a que continuara limpiando el sudor con su saliva.

Le pareció verlo entonces. Y si se lo había parecido, era que lo había visto. Devlin no era una persona a la que pudieras encontrar por casualidad. Eso sólo podía significar una cosa: tenía que darse mucha prisa.

Se irguió de golpe y enredó los dedos en los mechones pálidos. Rompió con cuidado la cápsula dentro de la boca y de un apretón le obligó a abrir los labios. Tuvo cuidado de que todo el líquido de la cápsula le cayera en la boca simulando un beso húmedo. Escupió el envoltorio y siguió restregándose contra él, acelerando la sangre en las venas del ucraniano. Le mordisqueó el cuello, aprovechando para observar su entorno. Volvió a verlo cuando la parálisis entorpecía los dedos de su amante.

No entendía cómo le habían dejado entrar. Sólo con mirarle, cualquier idiota tendría que saber que era un asesino. Con su metro noventa de puro músculo y esos ojos verdes que brillaban con las llamas de la ira, Devlin no pasaría por alguien que quisiera divertirse en una fiesta, sino como el que sin duda acabaría jodiéndola. Le lanzó una sonrisa perversa, mientras el cuerpo debajo de ella empezaba a sacudirse por los espasmos. Cualquier observador creería que eran sacudidas de placer. Sólo Fate y Devlin sabían la verdad y ésta se reflejó en el desencanto de sus facciones.

Esta vez, cobraría ella.

*   *   *   *   *

Esta es la canción que están tocando en el concierto y, por supuesto, la banda sonora de esta parte del relato.

Las 10 estrategias de la manipulación mediática

Me mandaron un correo con estas estrategias y son tan buenas que tengo que ponerlas en mi blog. Están escritas por Noam Chomski y merecen una reflexión.

1. La estrategia de la distracción
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

3. La estrategia de la gradualidad
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

4. La estrategia de diferir
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.

6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

9. Reforzar la autoculpabilidad
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!

10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

La Ciencia

Después de un montón de tiempo sin escribir una jodía letra que no sea para mi nuevo blog o para desvariar como una cosaca, aquí llega este pequeño relato. Lo he escrito para el grupo de Adictos, en concreto para el ejercicio periódico de Consigna. Este ejercicio consiste en escribir un relato en el que aparezca la palabra propuesta, este mes la palabra ha sido Fotografía. Es un poco Halloweenero, pero no es el que estoy preparando para el proyecto de Halloween, sino que me ha salido así.
Por supuesto, lleva la banda sonora correspondiente.
Sin más, aquí va. A ver si os gusta!


LA CIENCIA

Niklos Steinberg nunca había sido supersticioso. Jamás tuvo miedo de las sombras. Y ni siquiera de niño creyó en las absurdas historias de las viejas comadres que se paseaban por la aldea con aires de misticismo y sabiduría ancestral. Su padre le había mandado a estudiar a la ciudad. Era un hombre culto e instruido, educado en los principios de la ciencia y la filosofía empírica. Sólo daba crédito a aquello que podía percibir con los sentidos, y únicamente si era comprobable dos veces. Expulsado de la iglesia católica cuatro años atrás, se consideraba incapaz de creer en ningún Dios y, por lo tanto, escéptico ante cualquier historia de demonios y demás criaturas malévolas.

Hasta aquella noche de Octubre de 1897… Demasiado tarde.

Armado con su cámara Kodak de película transparente, desarrollada apenas unos años atrás, paseaba lentamente entre las tumbas del cementerio. El oro y púrpura de los reyes coloreaba el cielo, dando paso al azul descolorido en todos sus matices. Sacó unas veinte fotografías del carrete de cien y luego otras siete más. La inmortalización de ese despliegue de belleza natural bien valía los veinticinco dólares que costaba la cámara cargada con un carrete nuevo.

El treinta quedaba atrás al mismo ritmo que el sol se ponía en el horizonte, y el treinta y uno empezaba al finalizar la duodécima campanada. El eco se perdía entre la niebla que rodeaba las lápidas, pero Niklos no omitió ninguna. Sólo sintió lástima por no poder hacer perdurar el sonido con su cámara. El suelo del camposanto vibraba con cada golpe del bronce y acompasaba el bajo sonido con los latidos de su corazón. No era creyente, pero la paz que rodeaba a los muertos bajo sus losas de mármol era un solaz que no rechazaría ni en su momento más racional. Si había algo que había probado una y otra vez con el paso de los años, era que nadie se acercaba a terreno sagrado en las horas más oscuras de la noche. Una nueva razón para despreciar la hipocresía católica. Él jamás enterraría a sus seres queridos en un lugar dónde él no se atreviera a pernoctar.

Perdido en sus pensamientos y sin darse cuenta, llegó a la parte más antigua del cementerio. La niebla cayó de pronto, escurriéndose entre las malas hierbas como dedos esqueléticos. Niklos respiró profundamente, llenándose los pulmones del olor a tierra húmeda y ozono. Casi se sabía el camino de memoria, así que no necesitaba ningún haz de luz que iluminara el sendero. La tumba permanecía donde la habían erigido dos siglos atrás, con la figura de la orante doncella tallada en piedra.

Se enamoró de ella la primera vez que la vio de niño; penitente arrodillada, los surcos de humedad horadando sus mejillas, lágrimas perpetuas de tristeza forzada. Había muerto la víspera de difuntos, con dieciséis años recién cumplidos. Y nunca nadie fue a honrarla a su lugar de descanso eterno el día que conmemoraba su fallecimiento.

Su tumba estaba maldita, decían, el hálito del mal escapaba de cada junta mal sellada. Pero él rechazaba las historias con gesto desdeñoso y cada noche del treinta al treinta y uno se acercaba a arrancar la grama que brotaba de la piedra y limpiar a fuerza de lágrimas el lecho de su amada. No había ciencia física que explicara la necesidad que le apremiaba, ni fuerza telúrica que le mantuviera alejado del lugar que le reclamaba.

Esa noche parecía una de tantas, solitaria y vivificante. El aseo del mármol le despellejó los dedos y los párpados, pero el hábito y la costumbre proporcionaban a su alma la paz buscada. Y no fue hasta la primera campanada de dos, que se permitió un descanso en la pétrea caja. El frío se coló entonces bajo la lana de su abrigo, el silencio se volvió opresivo y el sudor frío empezó a deslizarse por su espalda. El ruido llegó de todos y de ningún sitio, una voz chirriante que le llamaba por su nombre. Cerca, cada vez más cerca.

Él, el hombre de ciencia y sangre fría, fue incapaz de moverse buscando el origen. El miedo le dejó sentado en la gélida tumba, la mirada clavada en el angustiado rostro tallado. Sus formas suaves parecían desdibujarse bajo las nubes de niebla, su rostro ovalado engrosándose bajo su atenta mirada, los labios sellados curvándose en una sonrisa imposible. La condensación caía de sus ojos cerrados, mezclándose con la arena que aún no había quitado, dándole el aspecto de lágrimas sangrientas capaces de manchar hasta el alma más pura.

Niklos temblaba con pavor, espectador de primera de un espectáculo macabro. Las leyendas cobraron vida frente a sus ojos y su doncella orante se presentó a él en forma de súcubo liberado. Señalaba la cámara con un dedo afilado mientras bailaba la pecaminosa danza frente a sus ojos desorbitados. Le enfadó su parálisis y una fría mano le agarró el corazón en el pecho. Lo sostuvo en vilo hasta que la supervivencia hizo despertar a su mente. Aunque ese primer motivo no fue el más importante.

La ciencia. Si él hablara, nadie le creería. Ese maravilloso invento que era la fotografía daría un testimonio que a él le estaba prohibido. Captó la esencia maligna desde todos los ángulos posibles, los zarcillos de niebla enroscándose en torno a su lozano cuerpo. Su rostro angelical sonreía con el brillo del demonio.

Pasaron las tres y las cuatro y la mano helada no soltaba el pálpito de su pecho. Las cinco llegaron y marcharon y sólo con las primeras luces del alba, el espíritu errante y maligno no tuvo más remedio que esconderse en su lecho de piedra. Pero no soltó su corazón y Niklos Steinberg, hombre culto e instruido, cayó a los pies de la tumba como un muñeco de trapo. La cámara, intacta a su lado, a la espera de alguien que revelara sus secretos.

* * * * *

Julian Bancroft siempre había sido un gran aficionado a la fotografía. Su posición desahogada en la vida le otorgaba unos lujos de los que no tenía intención de prescindir. Desde 1903 utilizaba la máquina de revelado Kodak, lo que le permitía una mayor libertad a la hora de manipular los carretes que se empeñaba en gastar. Sus conocidos sabían de su afición y no dudaban en entregarle todo material fotográfico que encontraran. Así fue como la cámara de Niklos Steinberg cayó en sus manos.

El antiguo aparato era un reclamo para alguien como él y revelar su contenido se convirtió en una obsesión. Durante días se encerró en su lujosa mansión, casi olvidándose de comer y dormir. Una a una se mostraban las imágenes tomadas. Oro y púrpura dando paso a un azul descolorido, la noche cayendo en el cementerio de Sitovo. Una doncella angelical orando en una lápida de piedra. Una lujuriosa sílfide dejándose atrapar por el objetivo.

Julian se enamoró nada más verla y la necesidad imperiosa de reunirse con la mujer de la fotografía le llevó de su Londres natal a la pequeña población de Bulgaria. Llegó allí en vísperas de difuntos, con una maleta llena de cámaras Brownie que le permitirían inmortalizar la belleza en estado puro.

Niklos Steinberg había conseguido su objetivo. La ciencia había ganado. Y una nueva víctima corría a los brazos de la muerte.


Meme: Si yo fuera...

Me ha gustado la idea de Dama Blanca. Ella lo "tomó prestado" de un blog y yo se lo cojo a ella. Sus respuestas fueron muy buenas. Para leerlas, sólo tenéis que pinchar aquí: Salón de té de Dama
Bueno, me pongo a ello. Y, por supuesto, el que quiera hacerlo es muy libre de llevárselo!

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Si yo no tuviera mi nombre... Me llamaría también Diana (me gusta, qué le vamos a hacer)
Si yo fuera un animal... Sería una pantera
Si yo fuera una mascota... Sería un perro adoptado (a ser posible un chucho)
Si yo fuera una flor... Sería una orquídea
Si yo fuera un sentido... Sería el gusto
Si yo fuera un sabor... Sería algo muy salado
Si yo fuera una temperatura... Unos 20 grados
Si yo fuera un elemento... Sería el fuego (y eso que me da pánico)
Si yo fuera una parte del cuerpo... Sería las manos
Si yo fuera un adjetivo... Querría ser feliz
Si yo fuera una comida... Sería la bechamel
Si yo fuera una galleta... Sería una Oreo bañada de chocolate blanco
Si yo fuera una bebida... Sería un café fuerte con mucho azúcar
Si yo fuera una fruta... Sería una granada madura
Si yo fuera un postre... Sería un sorbete de limón
Si yo fuera una golosina... Sería un chicle de clorofila
Si yo fuera un olor... Sería a fresas
Si yo fuera un sonido... Sería el de las teclas de un portátil
Si yo fuera un color... Sería rojo fuerte
Si yo fuera un vicio... Sería cigarro con sabor a café
Si yo fuera una Religión... No tendría un Dios, tendría una Diosa
Si yo fuera un electrodoméstico... Sería un secador
Si yo fuera un objeto del baño... Sería un espejo pequeño
Si yo fuera un libro... Sería El Círculo Mágico
Si yo fuera una película... Sería Love Actually
Si yo fuera un director de cine... Querría dirigir las películas de Richard Curtis
Si yo fuera un actor... Sería Rock Hudson
Si yo fuera una actriz, película, serie... Sería Audrey Hepburn
Si yo fuera un instrumento musical... Sería una batería
Si yo fuera un cuadro... Sería Icaro, de Matisse
Si yo fuera una prenda... Sería un pijama dos tallas más grande
Si yo fuera un complemento... Sería unos pendientes elegantes
Si yo fuera un regalo... Sería algo que conmoviera tu corazón
Si yo fuera un juego de mesa... Sería el Tabú
Si yo fuera un coche... Sería un BMW M6 coupé
Si yo fuera una estación del año... Sería una primavera muy florida
Si yo fuera una fecha... Sería el 28 de Junio
Si yo fuera un mes... Sería Junio
Si yo fuera un día de la semana... Sería el jueves
Si yo fuera un momento del día... Sería la madrugada
Si yo fuera un lugar... Sería un dolmen en un círculo de árboles
Si yo fuera una ciudad... Sería Madrid
Si yo fuera un planeta... Sería la Luna (sé que no es un planeta, pero no puedo ser otro cuerpo celeste)
Si yo fuera un continente... Sería Europa
Si yo fuera un mar... Sería el Egeo
Si yo fuera un número... Sería el 8
Si yo fuera un estado de ánimo... Sería la melancolía
Si yo fuera un dolor... Sería un dolor de pies
Si yo fuera un pecado... Sería la pereza dándose la mano con la vanidad
Si yo fuera una palabra... Sería “arsénico”

*   *   *   *   *

¡¡Espero que seáis muchos quienes os lo llevéis!!