¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

No estoy para mensajes creativos ni ingeniosos. Tampoco para muchas fiestas. Pero tampoco podía llegar la Navidad y marcharse sin que os felicitara a todos las Fiestas y os mandase mis mejores deseos. El balance del año casi que lo haré en Noche Vieja. Hoy me limitaré a dejaros un regalito para estos días.

Os regalo una de mis grandes pasiones: el ballet. Como no podía poneros el Cascanueces entero, os dejo el Pas-de-Deux. El Gran Pas-de-Deux de Misako Yoshida y Steven McRae, del Royal Ballet. He visto interpretaciones buenísimas, pero como la de esta mujer, ninguna. Que lo disfrutéis tanto como yo.

Besos enormes y FELIZ NAVIDAD!!

Asesinos II



Segunda entrega de la historia para Lhyn. Espero que os guste!

ASESINOS (II)

Esta vez cobraría ella. Pero Devlin, el asesino, no podía irse sin joder la fiesta.

Una de las cosas que Fate no había podido calcular del todo bien era la salida. Tenía pensado dirigir a Viktor a una de las salas privadas y desaparecer antes de que nadie se diera cuenta de que el que descansaba sobre la cama no era el traficante, sino su cadáver. Con la aparición de su competidor había apresurado la muerte, envenenando al hombre en medio de una fiesta atestada, con una docena de mujeres haciendo cola para complacerle.

Todavía estaba estrujándose el cerebro para encontrar una salida a su problema cuando vio que el asesino se apartaba los faldones del abrigo de cuero, sacaba dos SIG Sauer automáticas y apuntaba al sofá donde todavía temblaba el moribundo.

¡Hijo de puta!

Si le metía una bala antes de que palmara, y la autopsia revelaba que el veneno no era el causante de la muerte, se quedaba sin los dos millones. ¡Una mierda! Ella no se había dejado besuquear para nada.

Agarró la cabeza rubia y le rompió el cuello de un tirón. Un segundo después, Devlin apretaba los gatillos y desataba el caos. Fate tuvo que dar un salto imposible para quedar fuera de la trayectoria de las balas.

El sofá se llenó de agujeros, igual que el cadáver, y trozos de tela y madera salieron volando por la sala. Los gritos de la gente se mezclaban con el de la música de los Skulls y aumentaban de volumen mientras corrían para salir de allí, mientras los guardias peleaban por entrar. Las balas silbaban alrededor de Fate, que gateó en dirección a la puerta, bien pegada a la pared.

A veces se sentía con la obligación moral de ayudarle. Aunque rivales, también eran compañeros de trabajo —por llamarlo de alguna manera. De hecho, tenía que reconocer que la actuación del hombre, le había dejado vía libre para escapar. Incluso aunque la hubieran visto cargarse a Viktor, todavía tenía el corpiño desabrochado y seguía siendo hermosa y pareciendo desvalida, por lo que consiguió llegar hasta la puerta sin interrupciones. En el umbral, se irguió y echó un vistazo a la caótica sala.

Devlin se resguardaba tras el sofá maltrecho y los guardias, aunque agachados y en ventaja por la superioridad numérica, caían como chinches. No por nada, Fate y Devlin eran los mejores. Y, en una ocasión, él había explicado muy bien el porqué.

«Pequeña, nosotros siempre salimos victoriosos por una sencilla razón: No tenemos principios.»

Y había acertado de lleno. Una de las veces que asomó la cabeza sobre el sofá, Fate captó su atención. Le otorgó una beatífica sonrisa y se despidió de él con un ligero movimiento de sus dedos. Acto seguido, salió de allí en dirección a la libertad, dejando a su espalda el ruido de las balas.



Ya en el hotel, Fate se despojó de los rastros de violencia bajo el chorro del agua hirviendo. Y con ellos, de las últimas fuerzas que le quedaban. Había sido cuidadosa con el veneno, pero no tanto como debería y el entumecimiento resultaba bastante molesto. Su cuerpo no respondía con la velocidad necesaria y eso le ponía en un serio peligro.

Cada cierto tiempo se oían sirenas en la calle, pero no gritos asustados en los pasillos. Por esa razón había elegido el Premier Palace Hotel de Kiev. La policía no molestaría a nadie que se alojara en un hotel de lujo. Aún así, no le gustaba sentirse en desventaja, sobre todo porque la policía no era el enemigo que esperaba.

Salió de la enorme bañera de la que apenas se había permitido disfrutar y se envolvió en una esponjosa toalla. Se dejó caer en la enorme cama de matrimonio, donde tan sólo se vistió con la ropa interior. Mantuvo los ojos abiertos y los oídos alertas, pero no captó nada que pusiera en peligro su integridad física. Se dedicó a memorizar las líneas onduladas de los muebles antiguos y a repasar con cuidado cada sombra de la habitación. Aunque sabía que estaba sola, no se atrevía a rendirse al sueño.

El intento por mantenerse despierta fue inútil. La tensión empezaba a pasarle factura y la toxina no quería dejar su organismo. Con un suspiro entrecortado, se quedó profundamente dormida.



Fue la experiencia lo que la despertó, más que sus sentidos aletargados. Quizá el olor ferroso de la sangre o el picante de la pólvora. Lo que fuera, tenía compañía y no sería agradable.

Supuso que había descansado unas dos horas, suficiente para que su cuerpo se repusiera, y más de lo que realmente esperaba. No abrió los ojos y su respiración continuó estable y profunda. Tampoco tuvo que mover el brazo para coger el cuchillo Phoenix de debajo de la almohada. Siempre dormía con él en la mano. De otra forma se sabía incapaz de pegar ojo. Se limitó a esperar el primer movimiento de su visitante.

El aire se movió antes de que el hombre se tirase sobre ella. Estaba preparada para girar y clavarle el cuchillo en las entrañas, pero su oponente era diestro y le sujetó la muñeca cuando la punta quedaba a escasos dos centímetros de su vientre. Se miraron a los ojos un instante, los suyos oscuros y somnolientos, los de su oponente verdes como el jade pulido con esmero. Hacía mucho tiempo que no sentía el impacto de su mirada tan de cerca y había olvidado lo sobrecogedora que podía llegar a ser la experiencia. Devlin sabía cómo atraparte con su fuerza y también cómo destruirte en un parpadeo. No le dio más tiempo. Alzó una rodilla y la clavó en su estómago. El golpe la permitió levantarse, pero su mano poderosa le arrebató el cuchillo.

Ambos giraron y se enfrentaron desde lados opuestos de la cama. Fate pudo verle entonces aunque las lámparas seguían apagadas. Su ropa de cuero estaba destrozada entre agujeros de bala y cuchilladas. Devlin lucía varias heridas que no parecían demasiado graves. Ni siquiera se preocupó por él. Si se había molestado en ir a buscarla, no estaba moribundo. Y las fuerzas estarían equilibradas en la lucha.

—Bonito trabajo —fue él el que rompió el silencio y en su voz profunda descubrió el reconocimiento—. Un poco chapuza al final, pero acabaste saliendo.

Fate acogió el medio halago con una inclinación de cabeza.

—Gracias por intervenir —agradeció con sarcasmo y algo de ronquera por el sueño—. No estaba segura de cómo iba a salir hasta que empezaste a pegar tiros.

Devlin devolvió el gesto, pero no pudo evitar una maldición, ni ella una sonrisa triunfal. Él empezó a moverse hacia los pies de la cama y Fate le siguió.

—Lo que no me gustó fue que me dejaras a mi suerte —era el único hombre que conocía cuyos reproches no sonaban a ataque.

—Sin principios, ¿recuerdas?

—No era necesario que te lo tomaras al pie de la letra.

—Siempre me gustó ser literal —bromeó ella.

—También intentas ser la mejor —le picó él, con maldad.

—Lo soy.

—De eso nada. Aún estoy vivo muy a tu pesar.

Les separaba el ancho de la cama y toda una vida de rivalidad. Él echó la cazadora hacia atrás con un fluido movimiento de los hombros, dejó que resbalara por sus brazos y la lanzó sobre una silla, de forma descuidada. Fate admiró la gracia con la que se movía y también los músculos que apretaban las mangas de su camiseta. El cosquilleo de la primera vez volvió a asaltar su estómago y se odió por la incómoda sensación. No sólo Devlin era el mejor, sino que seguía afectándola a pesar de su sangrienta historia.

—Vamos a ponerle remedio a eso —susurró al tiempo que afianzaba los pies en el suelo y se preparaba para el primer ataque.

*   *   *   *   *

Y aquí la banda sonora: Warrior, de Disturbed.