ARREGLA EL MUNDO…
PASA DEL MÓVIL!!
Reflexión
Hacía
mucho tiempo que no veía la televisión. Por principios, no por otra cosa. Los
telediarios era algo que llevaba meses sin poner. Esto no sólo por principios,
sino por el más profundo sentido de conservación. Debo de ser de las pocas
personas en este país a la que le afectan de gran manera las tragedias de este
mundo, así que me autorreceté una abstinencia radical de malas digestiones a
las horas de las comidas. Como anécdota os diré, que la comunicación en mi casa
mejoró notablemente cuando empezamos a mirarnos a los ojos en lugar de a la
pantalla del televisor.
A
lo que voy. Sabía que el día 25 de Septiembre se iba a liar muy gorda. Ya sabéis,
la concentración a (tomar por culo de) las puertas del Congreso. ¡Ay que ver,
estos fascistas adoradores de Tejero las que arman! Así que, el día 26, como
buena madrileña, le di al botón verde del mando a distancia.
No
sé qué se apoderó de mí desde ese momento que no pude parar. Entre golpes de
porrazos, invasiones a estaciones de tren, millones de euros perdidos en las
inundaciones (el coste sentimental por supuesto no es importante), un niño
desaparecido en mi barrio —¡mi barrio!— y políticos alabando la «impresionante»
actuación policial, el viernes 5 de Octubre pasó lo que tenía que pasar. Al oír a un niño de 11 años, medio drogado,
diciendo con todo el aplomo del que era capaz: «No puedo hablar. Estoy secuestrado» —es que ni a nuestros niños
respetamos—, rompí a llorar desconsolada, la comida me sentó como un tiro y, a
pesar del radiante sol del veranillo de San Miguel, llegué al trabajo con una
depresión de caballo.
Me
gusta pensar que soy buena en mi trabajo. Las teleoperadoras estamos muy mal
vistas, pero yo hago todo lo posible por ayudar al que me llama,
independientemente de la mala actitud de la persona en cuestión. Trabajo para
una empresa que, entre otras cosas, lleva teléfonos móviles. No voy a entrar en
el tema de si las empresas son mejores ni peores, si timan más o si timan
menos, porque seguramente estaré de acuerdo con la mayoría. Tampoco voy a
entrar en la cantidad de fraudes que la gente se piensa que nos cuela a diario.
Sí, voy a decir, sin embargo, que cada día me avergüenzo más de la falta de
honradez y educación de este país, tanto por parte de empresas, como de
ciudadanos.
El
caso es, que ahí entro yo el viernes, toda tiernita después de dos semanas de
melodramas y tragicomedias. Y ¡plaf! la primera en la frente. Un señor quiere
dar de baja su contrato después de dos meses, pero no puede porque firmó por un
mínimo de un año. Ahí tendría que haber acabado la llamada, pero no. 15 minutos
aguantando la bronca del señor porque a él le dijeron, porque él pensaba,
porque él quiere… Porque lo que yo diga, piense o quiera, no importa en
absoluto, por supuesto. Si el cliente paga, todos los trabajadores estamos
supeditados a los deseos de ese hombre, a su entera disposición para servirle y
adorarle. En fin… Incongruencias:
1—
El señor llama a un 902, con lo cual, la llamada le estaba saliendo más caro
que el seguro.
2—
¿Para qué firmas un contrato si tenías pensamiento de romperlo a los dos meses?
(como él mismo me dijo)
3—
¿Alguien lee un contrato antes de firmarlo? Porque si lo hubiera leído no sólo
no habría hecho falta que nos llamara para informarse porque ya estaría
informado, sino que habría encontrado la fraudulenta solución a su problema. ¡Y
gratis!
¿Es
o no es del género tonto?
Un
rato después, oigo a mi compañera que le dice a un señor, en un tono que sugería
odio, tortura y muerte lenta y dolorosa: «Muchísimas
gracias por su llama y su amabilidad» y le cuelga sin más. La miro y la
muchacha dice: «Nada, que me ha mandado a
tomar por culo». Tal cual. Porque sí. Porque él lo vale. Y como sabe que tú
te tienes que callar si quieres seguir trabajando, se aprovecha y va a por ti. Porque
luego en la calle no tienen tantos huevos si te pones delante. ¿Os imagináis
que hubiera sido al revés? ¿Que la teleoperadora se lo diga al cliente? Arde
Troya. ¿Pero por qué tenemos que aguantar nosotras la frustración de la gente? No
es justo, de verdad.
Y
se podía haber quedado ahí la cosa, pero no. Al rato, otra. Un señor, que nos
ha mandado un fax y no ha llegado. La pregunta de rigor: «¿Ha identificado el documento con el número de expediente?». Respuesta:
«Mmmm… Sí». ¡MENTIRA! Y se le ha
cazado antes del minuto 1 de llamada. Señores, que por el teléfono también se
huelen las mentiras. Pues bien, lo buscamos y como es de esperar, no lo
tenemos. Le digo que seguiremos buscando, pero que lo mejor y más rápido es que
lo vuelva a mandar por si acaso. Bueno, pues que no, que no piensa mandarlo,
porque somos unos inútiles, porque ha sido culpa nuestra… diez minutos después…
porque lo voy a dejar en manos de mis abogados, de la OCU, del Tribunal
Supremos y de la Audiencia Nacional.
Me
vais a perdonar, pero de verdad que la gente hoy en día está GILIPOLLAS. Que
desde el primer momento la mentira canta. Pero aunque él lo hubiera hecho bien,
¡joder! que los errores existen, que todos nos equivocamos. Que si yo fuera
Dios no estaría cogiendo llamadas, sino erradicando el hambre en el mundo. Un
poquito de por favor.
Y
podría seguir contándoos casos porque la tarde fue toooooda cojonuda. Todos en
el mismo plan. ¿Son esas formas y maneras de dirigirse a nadie, por muy
enfadado que uno esté? ¿Es la vía adecuada para que alguien te ayude a
solucionar tus problemas? Un rotundo NOOOO. Cuando llamáis a un servicio de
Atención al Cliente ¿qué os creéis, que a los teleoperadores les importa un
carajo lo que os pasa? Para nada, nosotros vamos a cobrar lo mismo a fin de
mes. Un poquito de sentido común, por favor. Será más fácil que os ayuden si
habláis con EDUCACIÓN —y os lo digo yo, que soy teleoperadora, y estamos locos
porque entre una persona amable al teléfono—. Qué sí, que hay de todo. ¿Pero
tenemos que ponernos todos a ese nivel?
Que
no os estoy hablando de un servicio de vida o muerte como puede ser la sanidad
o la educación. Que os estoy hablando de teléfonos móviles. Coño, que parece
que esperar tres meses para una operación de corazón es lógico y normal, pero
que no tarden tres días en reparar el móvil que se acaba el mundo. Si por una
razón tan vana —sí, señores, absurda, si me lo permitís, que nadie muere si no
tiene teléfono un par de días o un par de semanas—, si por un motivo semejante,
nos volvemos tan malas personas, no me extraña que los telediarios únicamente
puedan dar noticias nefastas. Empecemos a poner un granito de arena cada uno
para que esta entrada se convierta sólo en una anécdota.
ARREGLEMOS
EL MUNDO… PASAD DEL MOVIL!!
«Temo el día en que la tecnología sobrepase a nuestra humanidad» Einstein.
2 comentarios:
Mucha razón tienes en tus quejas. Como dice el refrán: "lo cortés no quita lo valiente".
Un saludo
ibso
Gracias,Ibso. A ver cuántos opinan como tú.. XD
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